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Foto del escritorSilvia Berdejo Gomez

Capítulo 3: El gran baile (Riper Lee)

Actualizado: 17 ago 2023


LLego al gran salón de baile con mi nueva amiga y compañera de cuarto y ambas nos quedamos anonadadas. Las columnas de mármol, el suelo negro, los cuadros, el techo abovedado… es sencillamente impresionante. Llama mi atención el escenario oculto tras las cortinas aterciopeladas.

—¡Eh, mira! — trato llamar la atención de mi compañera — parece que vamos a ver algo tras ese escenario, ¿serán los músicos?

Al ver que no obtengo respuesta, miro a mi amiga, ésta está mirando fijamente a un chico, uno corpulento que nos observa a pocos metros de distancia. Corpulento y atractivo sin duda, pelo engominado oscuro y ojos negros como su alma, huele a peligro a distancia.

—¡Uuh, parece que a ese chico le gustas! — exclamo dándole un codazo en el costado.

—¿Quién es? — me pregunta.

—Ni idea, otro participante supongo.

Le miro con más atención, no le quita el ojo de encima a mi amiga, apenas parpadea. Da un poco de miedo.

—¿Quiere una foto o algo? Huele un poquillo a acosador, ¿no?

Al ver que mi amiga tampoco le quita ojo, sonrío, claramente la atracción es mutua.

En ese momento, las cortinas del escenario se abren y una mujer de tez oscura y pelo trenzado nos observa con un precioso vestido de noche largo de lentejuelas doradas.

¡Bienvenidos señores y señoras! — empieza.

Aunque presto atención a su discurso, también observo todo a mi alrededor, hay muchísima gente aquí y todos van con trajes extremadamente lujosos. El mío es, por el contrario, medianamente aceptable, verde vaporoso con destellos dorados, que, junto con las flores y hojas colocadas estratégicamente por mi moño deshecho, me hacen parecer una ninfa de los bosques.

Al contrario que mi nueva amiga, que es de piel más bronceada y de pelo castaño, yo soy una paliducha rubia y enclenque, pero aun así, tengo mis atractivos.

Vuelvo a recuperar completamente la atención a nuestra anfitriona cuando oigo su última frase:

—Cuando ese contador, llegue a cero, si no tenéis pareja de baile y bailáis sobre la pista con ella, seréis eliminados.

La palabra “eliminados” resuena en mi cabeza provocando un nudo en mi garganta y aunque algunos se ríen y aplauden cuando la chica se va, yo palidezco.

—¿Qué crees que ha querido decir con “eliminados”? — pregunto a mi amiga temiendo la respuesta.

—¿Bailamos?

El acosador está aquí, me pego un buen susto al verle tan cerca de repente y observo como mi compañera, aunque sorprendida, decide aceptar la mano que le ofrece el encantador de serpientes.

—Claro — dice.

Mi amiga se gira un segundo hacía mí antes de irse con el extraño, lo cual me da un ligero halo de esperanza de que no me voy a quedar sola, aunque en el fondo sé que se va a despedir de mí.

—Encuentra pareja, ¡rápido! — me ordena con un poco de miedo en los ojos.

—Lo haré — contesto un poco aturdida.

Mi amiga desaparece con el extraño poco después hundiéndose en el mar de espaldas y torsos de los demás participantes.

Ya sola, empiezo a recorrer la estancia casi con prisa, buscando con la mirada a una persona que esté sola y en búsqueda desesperada por encontrar a alguien con quien bailar.

Sorprendentemente todos parecen que se conocen y casi todos tienen pareja ya. ¿Cómo es posible? ¡Si hace apenas unos segundos que la anfitriona nos dijo nuestra misión! Asustada miro el contador, solo me quedan dos minutos para encontrar a alguien, ¡dos minutos!

Hago contacto visual con un chico rubio y con cara de asustado, corro hacía él. Por nuestras miradas, no hace falta preguntar nada, tan solo ponernos a bailar. Choco con el hombro de una chica, la cual no duda en echar sapos y culebras sobre mí, pero yo no le presto atención, tengo que llegar hasta ese chico ¡Ahora mismo!

Justo cuando voy a llegar a su posición, una chica de pelo largo oscuro se pone entre los dos.

—¿Quieres bailar? — le pregunta a la que iba a ser mi futura pareja de baile.

—Sí.

El chico me vuelve a mirar, casi pidiéndome disculpas con los ojos y tan asustado como yo.

De repente una alarma empieza a sonar y una luz roja intermitente inunda la habitación. Vuelvo la vista al contador, ¡un minuto! ¡solo queda un minuto!

En ese preciso instante uno de los camareros robots se transforma, convirtiendo sus ojos en rubíes y sus brazos en armas. Todos los robots se han activado, han dejado de servir bebidas y empiezan a repartir balas. Algo me salpica la cara, estoy tan aturdida que no sé qué es.

Me toco la cara y descubro un líquido rojo en mis manos, uno de los participantes sin pareja, uno que estaba a escasos centímetros de mí se desploma en el suelo, uno de los robots le ha matado, uno que ahora me observa a mí.

Salgo corriendo y me escondo entre los participantes que ya tienen pareja. Las risas y aplausos de hace unos minutos se convierten en gritos y llantos. Algunos rompen el baile y tratan de salir corriendo por la puerta más cercana, pero los camareros los volatizan antes, convirtiendo sus cuerpos en una simple mancha en la pared.

Estoy en shock, tengo sangre por todas partes y mi cuerpo no se mueve, solo puedo temblar y observar el horror que hay a mi alrededor.

Aunque algunos tratan de esconderse tras las parejas de baile, los camareros no dudan en atraparles antes o después, o bailas o mueres, no hay término medio.

Vuelvo a mirar el contador, quedan quince segundos para que se acabe el tiempo definitivamente.

—¡Venga, muévete! — me grita el chico de la pareja tras la que me oculto.

—¿Qué? — pregunto todavía desconcertada.

—¡Encuentra a alguien con quién bailar o morirás! — me chilla.

Saliendo un poco de mi estupor me levanto del suelo y tratando de ignorar los gritos y el ruido que hacen sus cuerpos al volatilizarse, recupero la búsqueda de una pareja.

En ese momento veo a un chico en posición fetal debajo de una mesa, aunque tiene que tener mi misma edad para estar aquí, parece mucho más joven, casi arrastrándome y procurando no resbalarme con la sangre del suelo, le cojo de los brazos.

Él al principio se niega dármelos y se tapa la cara con ellos, pero tras mi insistencia levanta la vista y tras sus ojos llorosos y sus gafas me ve a mí.

—Baila conmigo — le ordeno mientras tiro de él.

Oigo un ruido metálico a mi espalda y empiezo a temblar. Mi pareja de baile se sigue negando a levantarse, pero yo no puedo esperar. Miro detrás de mí y veo que uno de los camareros se ha dado cuenta de mi presencia y se acerca hacia nosotros con decisión.

—¡Vamos!

Le doy un bofetón para que se espabile y salga de ese estado catatónico en el que se encuentra y afortunadamente eso le hace despertar. Los pasos metálicos del camarero se aceleran y vuelvo a girarme, está levantando el brazo – arma hacia nosotros, tal vez sea demasiado tarde para salvarse.

—¡Oh, Dios mío! — chillo desconsolada.

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2 Comments


Mayte Pérez
Mayte Pérez
Feb 21, 2023

Pobre Riper!! Seguro que me pasaría lo mismo😂

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jajaja yaaa y mí!! eso seguro!! 🤣

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