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Foto del escritorSilvia Berdejo Gomez

Zombie survival

Es mi cumpleaños y por ello mis amigos me han preparado algo muy especial, una zombie survival. Nunca he hecho nada parecido, pero siempre he tenido curiosidad por hacerlo. El juego consiste en lo siguiente, un grupo de gente se va a las afueras de un pueblo o cualquier otro sitio escogido por el organizador y allí un grupo de maquilladores dividen este primer grupo en zombies y humanos, los maquilladores los caracterizan como el grupo que les haya tocado todo lo bien que pueden, sin embargo, si eso no es suficiente les ponen un pañuelo amarillo en el brazo a aquellos que sean humanos y un lazo rojo a aquellos que sean zombies.

—¿Qué grupo quieres ser? — me pregunta mi amigo Sergio.

—Creo que empezaré siendo humano y luego ya veremos — contesto riéndome.

Pasamos la tienda de maquillaje, donde un grupo enorme de no muertos se preparan para el juego y nos vamos a la tienda de armas, donde los organizadores nos dan las pistolas de pintura y un mapa para ubicarnos en este pueblo casi despoblado.

—Bueno, ¿qué hacemos? — pregunto.

—Vamos a dar un paseo por el pueblo, ¡hay que conocer el campo de batalla! — se ríe Álvaro.

El pueblo es viejo y sus casas están casi en ruinas, sin embargo, aún hay gente viviendo en ellas. En una de las ventanas de una casa cercana veo como una señora cierra las cortinas al vernos asustada.

—¡Eh! ¿habéis visto a esa señora? Parecía que tenía miedo — comento.

—Bueno, piénsalo desde su punto de vista, nosotros no somos más que unos forasteros invadiendo sus calles y ¡encima disfrazados de zombies! — contesta Álvaro.

—Ya, eso es cierto, pero esto de la zombie survival les beneficia, hace que la gente vaya a su pueblo que está prácticamente despoblado e incrementa los beneficios de las tiendas cercanas — replico.

—Sí, eso también es cierto, pero no dejamos de ser unos jóvenes locos corriendo por sus calles con pistolas de pintura — se ríe Sergio.

—¡Eso es verdad! — me río con él.

El juego comienza y en el camino nos encontramos con varios zombies. No había corrido más en mi vida. Sin dejar de disparar los zombies nos sorprenden al doblar una esquina y uno de ellos “ataca” a mi amigo Sergio.

—Bueno chicos, voy a convertirme en zombie a la tienda de maquillaje — dice riéndose.

—¡Luego no vengas a por nosotros! — exclama Álvaro.

—¿Bromeas? ¡es lo primero que voy a hacer!

Nos despedimos de Sergio y seguimos jugando, Álvaro y yo nos lo estamos pasando como nunca, disparando a los no muertos con pintura y corriendo de un lado para otro. Es entonces cuando nos encontramos con Sergio, un Sergio zombie.

—¡Hombre, Sergio! ¡ya nos preguntábamos cuando vendrías! — exclama Álvaro.

Sergio no contesta. Le han caracterizado extraordinariamente bien, con la piel casi traslúcida, lentillas rojas de color y sangre falsa en la mejilla.

—¿Sergio? — pregunta Álvaro un poco preocupado.

—¡Se está tomando su papel en serio! — me río con Álvaro

Sergio permanece inmóvil, mirándonos, por lo que decido darle emoción a la situación y le disparo con mi pistola de pintura, Sergio apenas se inmuta.

—¡Bang! ¡estás muerto! — me río tras dispararle.

Nuestro amigo sigue sin reaccionar.

—¿Sergio? — pregunto preocupado.

En ese momento sale corriendo a por nosotros emitiendo un gruñido extraño, casi gutural y nosotros salimos corriendo, en teoría y según las reglas del juego, Sergio había perdido la partida, sin embargo, sigue persiguiéndonos.

De pronto Álvaro se tropieza y cae al suelo, cuando me doy cuenta y me giro, descubro a Sergio arrancándole la garganta a Álvaro de un mordisco.

—¡No! — exclamo aterrado.

Salgo corriendo por todo el pueblo, estoy muerto de miedo y no sé qué pensar, acabo de ver a mi amigo matar a mi otro amigo. En el camino me encuentro a otros zombies y reconozco ese sonido casi gutural que emiten como el sonido que hacía Sergio antes de matar a Álvaro, por lo que sigo corriendo.

No sé a dónde ir y no me fío de nadie, por lo que me dirijo corriendo al campamento de maquillaje y armamento, a los organizadores. De repente alguien me agarra del hombro y me mete en una casa, es la misma anciana que vi al empezar el juego, la misma que cerró las cortinas.

—¿Estás vivo? — me pregunta apuntándome con una linterna a los ojos.

—¡Si si lo estoy! — exclamo cerrando los ojos por la molesta luz — ¿qué demonios está pasando?

La anciana apaga la luz y en la penumbra vuelve a acercarse a la ventana y a observar la calle.

—Esto no es un juego — dice — es un experimento.

—¿Qué quiere decir? — pregunto con un nudo en la garganta.

—El gobierno ha encontrado un virus mortal que transforma a la población, pero para demostrar su eficacia necesitan realizar una prueba, esta prueba, vosotros no sois más que sus conejillos de indias.

—Eso no puede ser — digo sin querer creérmelo.

—Debemos salir de aquí, tus amigos te han seguido.

Miro por la ventana y compruebo que efectivamente mis amigos avanzan hacia la casa de la anciana, ambos convertidos en zombies.

—¿Tienes algún plan? — pregunto asustado.

—Mi coche está en la otra acera, es ese Toyota rojo.

El coche que me señala está a apenas unos pasos de nosotros, si nos lo proponemos podremos conseguirlo.

—¡Vamos!

Salimos de la casa y nada más hacerlo una horda de zombies echa a correr hacia nosotros. Álvaro llega primero y se abalanza sobre mí, escupe sangre por la boca y sospecho que no es suya, grito y forcejeo pidiendo ayuda y es la anciana la que consigue quitármelo de encima.

Entramos en el coche a toda prisa y cerramos las puertas, los zombies rodean el coche, pero sorprendentemente consigo mantener la calma lo suficiente para arrancar el coche, me llevo por delante a Sergio y no miro atrás.

—¡Nos los hemos quitado de encima! — grito casi emocionado.

—No cantes victoria aún — contesta la anciana desde el asiento del copiloto — aún tenemos que conseguir salir del pueblo y el pueblo está rodeado de agentes.

Atravieso el pueblo pasando por la tienda de maquillaje y la de armamento, éstas están ahora desiertas y me doy cuenta de que la anciana tenía razón. A las afueras del pueblo los vemos, agentes y soldados rodean el perímetro, sin pensármelo dos veces acelero. No tardan en darse cuenta de mis intenciones y me piden por el megáfono que retroceda, lo ignoro.

Me niego a ser su rata de laboratorio, acelero aún más y me llevo por delante la verja metálica, los coches de policía me siguen, pero les esquivo.

—Un momento — digo mientras sigo intentando escapar de la zona afectada e intentando huir de los polis que nos siguen — si sabías todo esto, que iban a hacer un experimento con nosotros y que iban a extender un virus, ¿por qué te quedaste?

—Porque ya estaba afectada.

La miro aterrado y descubro como sus ojos se han vuelto rojos, su piel casi translucida marca sus venas y en su muñeca una herida abierta no deja de sangrar, la han mordido.

Me muerde más rápido de lo que pensaba y en mis últimos segundos de vida pienso que ha conseguido lo que quería, extender el virus más allá de la zona protegida.







Si te ha gustado…


Para escribir esta historia me he inspirado en las famosas zombie survival, siempre he querido hacer una, pero nunca he tenido oportunidad, me planteé qué podría salir mal de un juego así y de ahí, escribí este relato.

La moraleja de esta historia es la siguiente: “no te fíes de nadie y menos de una anciana simpática que parece saberlo todo”.

Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.

Y un saludo de Silvia!!


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