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Foto del escritorSilvia Berdejo Gomez

Un Organismo Infinito

Mi profesor de ciencias me fascina, es de los pocos profesores que consiguen que preste atención en clase. Su obsesión son las creencias, más concretamente el Panteísmo y tras horas y horas de escucharle hablar sobre lo mismo, ha conseguido despertar mi interés:

—A ver, ¿Qué pasa cuando un átomo se junta con otros átomos? — pregunta a la clase.

—Que se crea una molécula — contesta Ray.

—Muy bien Ray, eso es, el átomo se junta para formar la molécula y un conjunto de moléculas se juntan para formar un elemento y así indefinidamente hasta crear vida.

—¿Vida? — pregunta Sorna

—Sí — afirma emocionado el profesor Burlok — la Tierra es un organismo vivo y nosotros vivimos en él. Ahora otra pregunta, ¿Qué forma tiene un átomo?

—¿Qué quiere decir? El átomo está compuesto de electrones, protones…

—Sí eso lo sé, a lo que quiero llegar es ¿A qué forma tiene un átomo visto un poco de lejos?

—¿A una esfera? — sugiere no muy convencida Gina.

—Podríamos decirlo así — Burlok se acerca corriendo a su escritorio emocionado y coge el globo terráqueo de la clase — Bien, ahora decirme, ¿Qué forma tiene la Tierra?

—Es una esfera — afirma Ray.

—¡Exacto! — responde más calmado el profesor — ¿Qué pasaría si la Tierra no fuera más que una parte pequeña de un organismo enorme?

Se hace el silencio en la clase y todos observamos al profesor pensativos. Sorna levanta la mano dubitativa y Burlok le concede la palabra:

—Pero, ¿Qué sería ese organismo enorme al que perteneceríamos?

—Muy buena pregunta, el Panteísmo cree que ese organismo enorme es Dios. Sin embargo, no podemos demostrar esta teoría, en eso consiste la fe.

Suena el timbre y el profesor da por finalizada la clase. Todos mis compañeros salen corriendo por la puerta deseosos de salir al recreo, pero yo no. Yo me quedo sentada en mi silla, hipnotizada aún por las teorías del profesor Burlok.

Aunque no he hablado en toda la clase, lo he escuchado todo y sinceramente me apasiona. Burlok se pone a recoger sus cosas y antes de marcharse se da cuenta de que sigo ahí.

—¡Luna! ¿Qué haces aún aquí? ¿No quieres salir al recreo?

—He estado pensando mucho sobre su teoría del Panteísmo, desde que lo mencionó por primera vez no me lo he quitado de la cabeza. Quiero hacerle una pregunta, ¿Cree que sería posible llegar a comunicarse con el organismo enorme?

El profesor me mira concentrado en un mundo que solo él conoce. Está distraído, sumergido en sus ideas y pensamientos. Mi pregunta ha despertado algo en él:

—Lo siento Luna, tengo que irme — dice antes de salir corriendo por la puerta.

—¡Profesor!

Eso no era para nada lo que me esperaba escuchar. Había imaginado muchas veces esta conversación en mi cabeza, pero en ninguna de esas conversaciones imaginarias, Burlok, mi profesor favorito, me contestaba eso.

A la mañana siguiente él no apareció, ni tampoco a la semana siguiente ni a la otra. Empezaba pensar que había sido mi pregunta la que le había hecho no querer volver a verme. Nos pusieron un profesor sustituto que aunque no era malo, no era Burlok. Nadie nos decía nada, ninguno sabía por qué nuestro profesor había decidido dejar de ir al colegio.

Yo necesitaba respuestas, no soportaba más la incertidumbre de querer saber qué había ocurrido. Por eso, decidí ir a su casa y preguntarle a él mismo.

Llamo a su puerta y me abre un Burlok un tanto desmejorado:

—¡Luna! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has averiguado dónde vivo?

—¿Por qué no ha venido a clase? ¿Es por lo que le pregunté?

Él resopla pero no niega ni afirma mi pregunta.

—Anda, pasa adentro.

Entro en su casa y descubro horrorizada una casa sucia y desordenada, parece casi deshabitada.

—Perdona el desorden.

Algo llama mi atención, una puerta entreabierta que tapa una potente luz azul, me dirijo a ella sin pensarlo dos veces y aunque el profesor intenta impedírmelo, entro. Dentro hay una máquina, una potente máquina extraña, nunca he visto nada parecido.

—¿Qué es esto? — pregunto.

Burlok me mira nervioso, pero al final se resigna a contarme la verdad:

—¿Recuerdas que me preguntaste si podíamos hablar con el organismo grande? Pues bueno, como ya sabes, soy científico y lo cierto es que me llamó muchísimo la atención tu pregunta y a raíz de ella se me ocurrió una idea.

—¿Has conseguido crear una máquina con la que podamos hablar con el organismo grande?

—Mejor — contesta satisfecho — he creado una máquina que nos convertirá en el organismo grande.

—No entiendo.

—Solo hay que meterse en esta máquina y ella transformará al ser humano que entre en un organismo cada vez más y más grande hasta que al final seamos nuestro propio organismo grande.

—¿Cómo es eso posible?

—Ha sido un trabajo duro, pero al final lo he conseguido, ¿No quieres averiguar si existe el creador de los pangeistas?

—¿Vas a meterte ahí? — pregunto horrorizada.

—Lo cierto es que lo he intentado muchas veces — confiesa un poco avergonzado — pero no puedo, no soy tan valiente, pero tú sí.

Antes de poder reaccionar, el profesor Burlok me empuja y entro en la cápsula de la máquina. Aterrada intento salir, pero la máquina ya está encendida.

Noto el cambio, la transformación, el miedo. Mi cuerpo se fusiona con la materia, soy un planeta, al segundo una galaxia y al siguiente un universo. Avanzo tan rápido que apenas puedo sentir, hasta que al final lo veo, el origen de todo.









Si te ha gustado…


La idea de este relato se me ha ocurrido tras una conversación trascendental con mi padre. Todos estamos conectados de un modo u otro, por eso tal vez seamos los átomos de un ser enorme.

La moraleja de la historia es que las cosas más simples pueden tener una gran repercusión en las grandes. Un simple acto de bondad, puede ser insignificante para nosotros, pero muy valioso para el que lo recibe.

Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.

Y un saludo de Silvia!!

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