Mis abuelos tenían migrañas, mis padres tienen migrañas y como no podía ser de otra manera, yo tengo migrañas. Es una enfermedad, que a pesar de todas las investigaciones que han realizado y el dinero invertido en encontrar una cura, no se ha hallado solución. Estoy condenado a sufrir estos constantes dolores de cabeza para siempre.
Hoy, como cualquier otro desagradable día de clase, tengo migrañas. Me cuesta atender en las clases, no obstante sí que presto atención cuando el profesor Liufor nos presenta a un nuevo alumno. Es un chico alto y rubio, está un poco pálido y nos mira a todos con desafío, hay algo en él que no me inspira confianza.
Un fuerte pinchazo en la cabeza me saca de mis pensamientos y no puedo evitar soltar un grito. El grito ha tenido un eco pero no de mis labios, sino del chico nuevo, él también ha sentido un fuerte pinchazo en la cabeza. Todos nos miran sorprendidos porque hayamos gritado a la vez y nuestras miradas se cruzan, el chico nuevo tiene migrañas como yo.
—¡Vaya! Habéis tenido el mismo dolor de cabeza a la vez — se ríe el profesor Liufor rompiendo el silencio de la clase — venga chico siéntate en esa silla libre que hay al fondo — le indica al nuevo.
El chico nuevo se sienta en el sitio dónde le ha dicho el profesor sin apartar la mirada de mí, lo que hace que me sienta un poco incómodo. Mis dolores de cabeza aumentan y por un segundo creo haber oído una voz en mi cabeza, como cuando juegas con las frecuencias de una radio antigua. Sin embargo, eso es imposible. Termina la clase y recojo mis libros antes de salir de clase, a la salida me espera el nuevo.
—¿Podemos hablar? — me dice apartándome de la multitud.
—Tengo clase de Física, creo que debería irme — suelto torpemente.
—¿Tienes migrañas? — me pregunta una vez seguro de que nadie nos oye.
—Sí, ¿Por qué? — pregunto desconcertado.
El nuevo sonríe satisfecho y me pone un papel en la mano.
—A la salida de clase, ve a esta dirección, yo te esperaré allí.
Intento replicar, pero es inútil, el chico se ha ido. Entro en clase de física aún más distraído que antes. En la nota pone que nos reunamos en el parque que hay al lado del colegio. Me paso las horas dándole vueltas a la cabeza, pensando si debería ir o no, pero finalmente decido que debería ir.
El parque está casi vacío, es un parque frondoso y lleno de vegetación, puedes ver el principio, pero no puedes ver el final del mismo. El chico nuevo me espera en la linde del bosque, me acerco a él no muy seguro y espero a que sea él el primero en iniciar la conversación.
—Tengo un secreto que contarte — me dice — las migrañas que los dos tenemos, no es una enfermedad, sino una bendición.
—¿A qué te refieres?
—Somos telépatas, podemos leer la mente humana, al principio, nuestros antepasados pensaban que tener migrañas era una enfermedad que no podíamos controlar, sin embargo, el ser humano ha evolucionado y las migrañas que antes considerábamos horribles resultan que eran el principio de algo más grande.
—Pero, ¿Qué estás diciendo? ¡Yo no puedo leer la mente de los demás!
—Pero sí que has oído una voz en la clase del profesor Liufor, ¿Verdad?
—¿Cómo sabes eso? — pregunto sorprendido.
—Porque yo también lo oí, era el pensamiento del profesor Liufor, ¿Recuerdas lo que dijo la voz?
—No, no puede oírlo bien.
—No te preocupes yo te enseñaré a dominar la telepatía, ¿Estás conmigo?
Por alguna extraña razón que no logro comprender, le hice caso y todos los días practicábamos leer la mente humana. Unos meses después lo tenía dominado y no había nada que nos detuviera. Leíamos la mente del empollón de clase en los exámenes y aprobábamos sin estudiar, leíamos la mente de nuestros padres y les decíamos lo que querían oír para que no nos molestaran y leía la mente de Uria, la chica por la que estaba colado desde que tengo uso de razón.
Spike, el chico nuevo, me empujaba a que hablara con Uria, a que ligara con ella, pero yo no quería hacerlo, me daba un poco de vergüenza y no quería que pesaba que soy un chico raro. Spike se enfadaba mucho conmigo con el tema de Uria, incluso una vez me soltó un comentario que me enfadó mucho:
—Bueno, pues si no vas a intentar ligártela, ¿Me dejas que lo intente yo?
—Adelante — le contesté — ella te va a rechazar.
Afortunadamente mi predicción fue buena y Uria le rechazó. Sin embargo, eso cabreó mucho a Spike, ya que según él, ninguna chica le había rechazado y ella no le iba a rechazar. Me temí lo peor, sabía que Spike planeaba algo contra Uria y tenía que protegerla. A la salida de clase vi que Spike seguía a Uria, así que me dispuse a seguirle a él.
Spike la siguió hasta el puente y una vez allí, se abalanzó sobre ella.
—¡Spike, no! — grité yo.
Él me miró con una sonrisa sádica de oreja a oreja, sujetando a Uria con un cuchillo en su garganta.
—¿Has venido al espectáculo, Jax? — me pregunta.
—¿Qué estás haciendo?
—Mientras ella siga con vida, tu y yo no seremos libres — me grita.
Intento meterme en su mente y él no nota, es mucho mejor telépata que yo.
—¿Estás intentando controlar mi mente? ¡Recuerda que yo te enseñé a hacer eso!
Las migrañas reaparecen para atormentarme, las controla Spike y lo sé, pero no pienso dejar que eso me frene. Entro en su mente y descubro su pasado atormentado, su padre que le pegaba y le obligaba a ser mejor telépata y su soledad. Le entiendo, entiendo su sufrimiento y como ha llegado hasta donde está, pero no pienso permitir que me haga daño.
Noto como la sangre sale de mi nariz, pero no pierdo la concentración. Finalmente lo consigo, el cuerpo de Spike se agrita y se abren heridas aún más profundas, él grita de dolor, pero yo no freno, ya que una mente tan atormentada como la suya no tiene solución, la sangre le rodea y yo respiro tranquilo. La telepatía es peligrosa y en malas manos, lo es aún más.
Si te ha gustado…
En este relato he hecho un guiño a Stranger Things, una serie que me encanta y tiene cierto toque que se inspira al Club de la Lucha. Para esta historia he pensado en el origen de las migrañas, un terrible dolor de cabeza que mucha gente sufre (yo afortunadamente no, ya tengo bastante con mi alergia y mi colesterol alto) y que aún hoy no se ha encontrado cura.
Tal vez las cosas que creemos que son un defecto, una enfermedad, son en realidad algo que nos hace únicos y esa es la moraleja de este cuento.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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