Otro día rutinario más, levantarse por la mañana, ducharse, desayunar e ir al trabajo. Cada día me parece igual que el anterior y aquí sigo, en una empresa que no me satisface pero que al menos me da una buena compensación económica todos los meses.
Salgo de casa medio dormido, con un café en una mano y el maletín en la otra. Al principio no me doy cuenta, estoy tan absorto en mis pensamientos que no me fijo en mi alrededor, sin embargo, después de mi segundo sorbo de café lo veo, no hay nadie en la calle, ni gente corriendo de un lado para otro porque llega tarde al trabajo, ni coches pitando en un atasco descomunal.
Mi primera impresión es que me he equivocado de hora y he salido demasiado pronto, pero el sol está demasiado alto como para que se deba a eso. Después pienso en que me he equivocado de día, que yo pensaba que era miércoles, pero que en realidad es sábado, pero el calendario de mi móvil descarta esa posibilidad.
Todavía confuso, decido seguir mi camino y llegar al trabajo. En las oficinas no hay nadie, ni Clara, la amable recepcionista, ni Dani, mi mejor amigo y compañero de trabajo, ni siquiera el señor Sendra, el jefe la empresa. Miro el reloj de mi despacho e indica la misma hora que mi móvil, las diez y media. ¿Qué está pasando? ¿será festivo y no me habré dado cuenta?
Espero una hora y como sigue sin aparecer nadie, opto por volver a casa y dormir todo lo que no he podido dormir esta semana. Llamo a Dani en el camino de vuelta, pero no me lo coge, llamo a mis padres, pero tampoco me lo cogen. Extrañado entro en casa y me quito el traje, probablemente todos estén dormidos o descansando. Me tumbo en la cama y no tardo en ponerme a soñar.
Estoy atado de pies y manos a la pared, como en una cápsula de refrigeración, desde mi posición puedo ver más cápsulas como la mía y dentro de ellas, hay gente. Con mucha dificultad, consigo quitarme las ataduras que me oprimen y abrir la puerta de la cápsula de un empujón.
El pasillo en el que estoy metido es largo y está lleno de cápsulas en ambas paredes. Los seres que contienen esos frigoríficos son completamente extraños para mí, sin embargo, hay una mujer humana entre ellos, el único ser que reconozco.
Tengo frío, la cápsula me ha dejado congelado y solo tengo un triste calzoncillo blanco con el que taparme. En la oscuridad del pasillo pienso en mis posibilidades. No pienso dejar a la mujer atada y amordazada ahí, así que intento liberarla. Me cuesta enormemente abrir la capsula, tengo los dedos congelados y apenas tengo fuerza en los brazos, pero tras muchos intentos, lo consigo.
La mujer no solo está atada, tiene tubos por todas partes, al igual que tenía yo. De una especie de gorro salen infinidad de tubos y decido que eso es lo primero que tengo que quitarle. Nada más quitárselo, la mujer se despierta y asustada intenta hablar tras la mordaza de su boca.
—Tranquila, he venido a salvarte — intento tranquilizarla.
Le quito la mordaza con cuidado de no hacerla daño y nada más hacerlo me habla:
—¿Dónde estamos? ¿qué es este sitio? ¿quién eres tu?
—No sé donde estamos — contesto desatándola — me he despertado en una de estas cápsulas igual que tú.
—Debemos salir de aquí
—Sí, debemos.
—¿Qué son todos esos seres? — me pregunta mirando a las demás cápsulas.
—No tengo ni idea, pero hay dos de cada raza.
Después de desatarla, decidimos investigar, ella está temblando, solo tiene una camiseta mojada y unas bragas como única ropa. Intento taparla con mis brazos mientras andamos, aunque sé que eso no es suficiente.
Las luces se van encendiendo a medida que andamos, como si nos indicaran el camino que debemos seguir.
—“Bienvenidos al puesto de mando” — dice una voz electrónica cuyo origen desconocemos.
Unas puertas, parecidas a las de los ascensores, se abren. Todavía tiritando, entramos en la estancia que nos abre y ahí descubrimos a unos seres extrañamente uniformados que nos observan, pero eso no es lo que más nos impresiona, detrás de ellos hay un cristal y tras ese cristal, podemos ver el espacio.
—¿Dónde estamos? — pregunto con voz temblorosa.
—Estáis en vuestro nuevo hogar. — contesta el jefe de ese extraño grupo de alienígenas.
—¿Qué hacemos aquí? ¿esto es un sueño verdad?
—Veréis, ahora mismo estáis viviendo el mundo real, el mundo imaginario en el que os hicimos dormir, esa vida rutinaria de oficina en la que os metimos, solo era una forma de haceros aguantar el viaje hasta este momento.
—¿Qué momento? — pregunta la chica tan asustada como yo.
—Vuestro mundo ya no existe, fue destruido por una erupción solar, pero mi pueblo consiguió salvar a un hombre y a una mujer de vuestro planeta e impedir de esta forma que vuestra raza se extinga y lo mismo ocurre con el resto de seres que ocupan las demás cápsulas.
—Pero si hace un momento estaba en casa, durmiendo y confuso porque no había nadie en la calle, ¿eso era un sueño?
—Sí, lo era. Ahora mis compañeros os indicaran el camino, hemos encontrado un mundo nuevo que se adapta a la perfección a vuestras necesidades, os enviaremos allí y juntos podréis repoblar vuestro planeta.
No sé que es real y qué no lo es, antes de que podamos darnos cuenta, la chica y yo ya estamos en ese nuevo planeta y la nave desaparece. A nuestro alrededor, la tierra rebosa vida y un gran manzano se alza entre la maleza.
—Creo que con tanto jaleo no me he presentado, Me llamo Adán. — me presento.
—Eva.
Si te ha gustado…
¿Cómo sabemos que lo que vemos a nuestro alrededor es real? ¿Qué los hombres y mujeres que nos rodean no son fruto de nuestra imaginación? He descrito un mundo en el que el mundo solo está en la cabeza de una persona y que cuando esta se despierta descubre que nada existe. Para hacerlo me he inspirado en Matrix, por supuesto y también un poco en Señales del Futuro.
Quiero que después de leer esto pienses una cosa, tal vez el pasado que nos han contado (Adán y Eva) no ha pasado aún, tal vez tú seas nuestro pasado.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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