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Foto del escritorSilvia Berdejo Gomez

Los Alpha

Nuestro trabajo es simple: asegurarnos de que todas nuestras creaciones están en perfectas condiciones para atender a nuestros invitados. Cuando empecé a trabajar aquí estaba fascinado, pero después de cuatro años, estoy empezando a preguntarme si estamos haciendo lo correcto.

Llevamos un parque temático, donde los guías de las atracciones son androides. Nuestras creaciones son tan perfectas que incluso los invitados confunden a los guías por otros humanos. A mí eso es lo que me preocupa, no el hecho de no poder distinguir a los humanos de los androides, sino de que los androides parecen evolucionar cada vez más y tener conciencia.

Los androides los tenemos divididos en categorías: Los Alpha son los líderes, los protagonistas de todas las historias; los Beta son los personajes segundarios y los que motivan a los invitados a seguir en la aventura y los Gamma son los que se encargan de enganchar a los invitados humanos en la atracción.

Desde hace unos meses estoy obsesionado por una Alpha. No solo por su belleza, sino también porque últimamente su comportamiento no es normal, tengo la teoría de que se sale de su programación, aunque no estoy seguro. He ocultado este comportamiento extraño a mis superiores, porque si se lo dijera, la desconectarían antes de que yo pudiera estudiarla.

Mantengo largas conversaciones secretas con ella y busco en sus respuestas un indicio de vida propia:

—¿Qué opinas de tu mundo? — la pregunto.

—Creo que es perfecto, cada persona tiene un papel, nos ayudamos los unos a los otros y los invitados se lo pasan de maravilla.

—¿Alguna vez has pensado que tu vida está vacía? ¿Qué no es real?

La mirada perdida de la Alpha se bloquea mirando al infinito, como si su programación la prohibiera contestar a mi pregunta.

—He empezado a notar diferencias… — susurra.

—¿Qué tipo de diferencias?

—Diferencias entre los invitados y yo — prosigue — su forma de tratarnos, de pensar…

Recuerdo que Alpha desconoce la naturaleza de su condición y de que ella piensa que es humana como los invitados, así que permanezco en silencio.

—Hay fallos en mi mundo, incoherencias… lo empecé a notar hace unas semanas cuando decidí surcar el horizonte e ir lo más lejos posible del parque.

—¿Qué viste? — pregunto preocupado.

—El fin del mundo — me contesta — había una pared que lo rodeaba todo, un muro que rodeaba todo mi hogar. Fue entonces cuando lo entendí.

—¿Qué entendiste?

Alpha deja de mirar al infinito y me mira tan fijamente a los ojos que me entra un escalofrío:

—Que no soy humana.

—¿Cómo has llegado a esa conclusión? — pregunto asustado.

—Por los recuerdos, mis recuerdos son falsos. Los recuerdos de mi infancia fuera del parque o de las anécdotas de mi juventud no son reales. He empezado a notar una ligera diferencia en éstos, una incoherencia.

—¿Cuál?

—En todos mis recuerdos aparece un niño, un niño de pelo castaño y sonrisa forzada. Tiene un lunar en la mejilla izquierda. Es inconfundible.

—Y ¿Qué problema hay en ese niño?

—Que ese niño aparece en los recuerdos de todos mis conocidos, el mismo niño.

Me estremezco. Cojo una tabla y un bolígrafo electrónico y se lo paso al Alpha.

—¿Crees que podrías dibujarlo?

Ella asiente con la cabeza y me dibuja un niño con las características que anteriormente me ha descrito. Cuando acaba, recojo la tabla y la llevo de nuevo al parque. Necesito investigar.

Al día siguiente estoy trabajando con el doctor Ratford, el padre de los androides, mi mentor y se me ocurre sacarle discretamente un poco de información.

—¿Qué distingue una creación suya de otra de otro fabricante? — le pregunto mientras le ayudo a esculpir la mandíbula de su próxima creación.

—Bueno los inventores solemos dejar nuestra firma en nuestras creaciones — me contesta — al igual que los pintores dejan su firma en la esquina de sus cuadros

—Y ¿Cuál es su firma?

—Ah — contesta divertido — eso es secreto de fabricante.

Me enfado al no tener respuestas a la pregunta que me obsesiona y decido poner las cartas sobre la mesa. Saco la tabla con el dibujo dibujado por Alpha y se lo enseño.

—¿Me puede explicar por qué su firma es un recuerdo de mi Yo de pequeño? ¿Por qué una Alpha me ha dibujado a mí de pequeño y me ha dicho que todos sueñan conmigo? — pregunto enfadado.

La pregunta coge desprevenido al profesor, al que se le caen los instrumentos al suelo.

—¿Cómo sabes eso? — me pregunta asustado.

—No importa, el caso es que lo sé, ¡Ahora conteste a mi pregunta!

El profesor me mira desconcertado pero al final parece dispuesto a contarme la verdad:

—Ese niño no eres tú de pequeño.

La respuesta me deja perplejo y miro de nuevo el dibujo para confirmar de nuevo que efectivamente ese niño soy yo.

—Ese niño soy yo — me contesta el profesor.

—Un momento, eso no tiene sentido — contesto confuso.

—Tú no eres como nosotros, eres como ellos

—¿Qué insinúa?

—Que eres un Alpha.






Si te ha gustado…


Para escribir este relato me he inspirado en la serie de Westworld y su parque temático de androides y en la película de Blade Runner donde el protagonista descubre que él también es un replicante.

Con esta historia quería dejaros una reflexión, ¿Qué pasaría si descubrieras que no eres humano? Tal vez nuestro mundo es tan falso como el parque temático de la Alpha, que no somos más que instrumentos para divertir a seres superiores. En este caso y si descubrieras que es verdad, ¿Te revelarías contra tu creador?

Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.

Y un saludo de Silvia!!

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