Voy a operarme los ojos, solo tengo unas pocas dioptrías, pero voy a hacerlo de todos modos, estoy harta de llevar gafas. Estoy en la sala de espera esperando para ser atendida, un poco nerviosa y rezando por que todo salga bien. La enfermera me llama y acudo a quirófano.
Aunque el doctor me ha dicho que todo ha salido bien, que la operación ha sido un éxito, yo no me siento así, algo ha salido mal, no sé cómo, pero lo sé. Me vuelvo a casa pensativa, puede que esa sensación extraña que siento sea solo debido a la operación, antes tardabas más en recuperarte, los ojos tenían que reposar después de la operación y todo eso, pero ahora con el nuevo sistema es distinto, te operas al segundo y al segundo siguiente te vuelves a casa tan tranquila.
Nada más abrir la puerta, solo puedo pensar en una cosa: “hogar dulce hogar”, ha sido un día muy largo y solo quiero prepararme la comida y descansar en el sofá. Picoteo una manzana que hay en mi frutero mientras preparo la comida y me dispongo a poner la mesa. Sin embargo, no estoy sola.
Hay una mujer en mi salón y nada más verla se me caen los platos al suelo, la mujer está muerta. Lo sé porque tiene un disparo en el pecho, pero a pesar de todo me está mirando, como si estuviera viva.
—¿Quién…. quién eres tú? — tartamudeo.
—¿Puedes verme?
Asiento con la cabeza para evitar tartamudear otra vez y ella me observa sonriente.
—¿Te has operado los ojos?
—Sí — contesto sorprendida.
—Eso lo explica todo, explica que puedas verme.
—¿Cómo que pueda verte?
—Estoy muerta, Karen — me dice — y antes de que me lo preguntes, sí sé tu nombre ya que me informé de las personas que se iban a operar los ojos hoy y la primera en la lista has sido tú, lo vi en tu expediente médico y estaba buscando a alguien que se operara los ojos, para poder pedirle algo.
—¿Qué quieres?
La muerta se tumba en mi sofá con cara de cansancio y se dispone a contarme la historia:
—Verás, es largo de contar, pero, cuando mueres no vas directamente al cielo.
—¿Ah no? — pregunto sentándome intranquila en el sillón de al lado.
—No, solo vas a la dimensión muerta, para llegar al Valhala o como vosotros erróneamente lo llamáis, el cielo, hay que pasar infinitas dimensiones y la última dimensión es el Valhala.
—Entiendo.
—Toda la estructura de las dimensiones te lo explican nada más morir en la dimensión muerta. Tu dimensión, no es más que la primera de muchas. Cada dimensión es una prueba y depende de cómo lo hagas, puedes saltarte algunas dimensiones y llegar antes al Valhala o no.
—Ya veo.
—Por eso necesito tu ayuda Karen, necesito tu ayuda para pasar a la siguiente dimensión, para dejar atrás la dimensión muerta y pasar a la siguiente fase o si lo hago de maravilla llegar al Valhala sin pasar ni una dimensión más.
—Pero, ¿Cómo podría ayudarte?
—Tienes que morir, verás, esto es como una empresa, siempre tiene que haber un determinado número de jefes y un determinado número de empleados y el empleado no puede ascender, hasta que el jefe lo haga y eso es lo que quiero proponerte, que ambas ascendamos.
La conversación ha tornado en oscuridad y lo que antes me parecía una conversación amistosa, ahora ya no me lo parece tanto.
—Yo, lo siento, pero no quiero morir. — contesto firmemente.
—Pero has sido elegida Karen, te has operado los ojos y ahora ya no hay vuelta atrás, con tus nuevos ojos verás continuamente la dimensión muerta dentro de tu propia dimensión y no podrás llevar una vida normal.
—¿Pero cómo es que puedo ver la dimensión muerta por haberme operado los ojos?
—La dimensión muerta y la tuya están muy unidas, al operarte, tu cerebro ha activado una parte de sí mismo que permanecía oculta y es por eso, por lo que ahora puedes ver a los muertos.
—¿A todos los que se operan de los ojos les ocurre eso? — pregunto desconcertada.
—No a todos, solo los que se operan con ese nuevo sistema revolucionario con el que te has operado tú, el Silcon Silver.
—Eso no puede ser, antes de operarme me informé bien del Silcon Silver y todos los que lo hicieron por ese método salieron muy satisfechos.
—Ya, hasta unos días después, que aparecieron muertos en sus casas.
El pánico se apodera de mí, ¿Ha habido más como yo?
—¿Qué quieres decir?
—Pues que mis compañeros de la dimensión muerta se están moviendo rápido, han encontrado sustitutos antes que yo, pero bueno, ahora te tengo a ti. Esperemos que esos idiotas tarden en darse cuenta del problema de Silcon Silver, porque así los míos ascenderemos más rápido que nadie.
La muerta saca una manzana de su abrigo y la empieza a mordisquear, yo solo puedo pensar en cómo librarme de ella, ¿Cómo se mata a una muerta?
—¿Estás pensando en huir? — me pregunta entre mordisco y mordisco.
—Puede — confieso asustada.
—Pues lo siento mucho Karen, pero he de decirte que no hay escapatoria porque ya estás muerta.
—¿Cómo que ya estoy muerta? — pregunto con una sonrisilla nerviosa.
—¿Te acuerdas de la manzana que picoteaste mientras hacías la comida?
Miro la manzana que la muerta se está comiendo, es idéntica a la manzana que cogí del frutero.
—¿Estaba envenenada?
—Nos veremos en la siguiente dimensión, querida.
La muerta se desvanece y sé que he perdido. Ahora no estoy en la primera dimensión, soy una muerta y como tal estoy en la suya. No hay escapatoria posible, a no ser que otro idiota como yo use el Silcon Silver.
Si te ha gustado…
Como ya te habrás dado cuenta, este relato está inspirado en “El Sexto Sentido”, gran peli que recomiendo y también un poco en “La Caja” otra gran película.
Con este relato quiero trasmitir una idea, no te fíes ni de tu sombra, muchas veces las conversaciones amistosas que tenemos se convierten en hostiles en apenas unos segundos, por lo que hay que tener cuidado con quién podemos permitirnos bajar la guardia.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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