Estamos llegando a la Tierra. Ya hemos mandado nuestra declaración de guerra a los humanos y estamos esperando a que nos contesten. No es nada personal, no tenemos nada en contra de los humanos, es solo que somos una especie conquistadora y queremos la Tierra.
Queremos su planeta no solo por sus recursos, sino también porque es un punto estratégico para defender nuestro territorio y conquistar otros mundos.
Al tercer día llegó la respuesta de los humanos, nos esperábamos un “Que os den” o “Venir a por nosotros si podéis” como han hecho los demás planetas que hemos conquistado, pero los humanos son raros. Nos mandaron un mensaje de paz, un “bienvenidos”, imagino que es una raza pacifista o algo así. Nos estuvimos riendo de su mensaje varios días, me alegro de que los humanos sean tan idiotas, con un poco de suerte, la guerra acabará pronto sin muchas bajas nuestras y así podré ir a ver a mi familia temprano.
Nuestra nave militar está lista, al igual que nuestras otras doscientas naves. Nuestro enemigo es débil, aún no han conquistado el espacio, por lo que no nos espera una guerra espacial, ésta será a la vieja usanza, en tierra. Mi trabajo es investigar a nuestros enemigos, ver sus puntos débiles para saber dónde atacarles luego. Esta mañana he conseguido unos documentos históricos sobre los humanos, así que me dispongo ahora a investigarlos.
Enciendo la pantalla de mi despacho y me paseo por la habitación nervioso:
—Ordenador, muéstrame los documentos históricos de los humanos.
La pantalla de mi despacho ocupa toda la pared y en pocos segundos me muestra algo insólito. La cámara se mueve y la música inunda la habitación, al mismo tiempo unas letras empiezan a aparecer en la parte inferior de la pantalla.
—Pero, ¿Qué demonios es esto? — pregunto al ordenador confuso.
—Los humanos lo llaman el Séptimo Arte, señor — me contesta el ordenador.
Sigo mirando la pantalla con el ceño fruncido y en pocos minutos las letras que aparecían en la parte inferior de la pantalla, aparecen en el centro y muestran dos palabras “Love Actually”.
—¿Love Actually? ¿Qué es eso? ¿Alguna clave de guerra?
—No señor, es el nombre del documento histórico — me contesta el ordenador.
Tengo la sensación de que este documento histórico va a ser largo, así que me siento delante la pantalla y observo.
Al cabo de una hora, la puerta de mi despacho se abre y yo me sobresalto.
—¡Bibon! ¿Qué estás haciendo aquí? — pregunta mi amiga Nenara — ¿Eso son palomikas? ¿Estás llorando?
La cara de Nenara es de absoluta sorpresa, yo no me he dado cuenta de que ha pasado tanto tiempo ni nada:
—Nenara, tienes que ver esto, es muy bonito — digo sonándome los mocos.
—¿Qué es? — me pregunta
—Es uno de los documentos históricos de los humanos, es tan bonito — contesto entre lágrimas
Los dos nos quedamos viendo el documento histórico comiendo palomikas y llorando a moco tendido hasta que acaba.
—No puedo atacarles — le digo a Nenara al final.
—Tu trabajo es muy estresante, tienes que meterte en la mentalidad de nuestros enemigos, investigarles, para después saber cuál es su punto débil y atacarles, es normal que estés así, pero no puedes dejarte influenciar por un documento histórico, tienes que ser fuerte Bibon.
—De acuerdo, lo seré — digo aún sensible.
Llegamos a la Tierra y nuestros ejércitos se preparan para aterrizar. En nuestra declaración de guerra dijimos que empezaríamos a atacar en todas las capitales del mundo, es una cuestión de honor y tradición de nuestra especie, anunciar a nuestro enemigo dónde atacaremos primero. En mi opinión, más que una cuestión de honor y tradición es una cuestión de “vacilar al enemigo”, una señal con la que decimos “te damos la ventaja de saber dónde vamos a atacar primero, ya que sabemos que no vas a poder hacer nada para controlar nuestro ataque”.
Mi nave aterriza en Madrid, en el parque del Retiro y los humanos ya nos están esperando en tierra. Mi ejército baja en formación y con nuestras armas apuntando. A medida que vamos bajando de la nave me doy cuenta de que algo va mal.
Los humanos que tan pequeños nos parecían desde arriba, se van haciendo más grandes cuanto más nos acercamos al suelo. Nuestro enemigo aún no se ha dado cuenta de nuestra presencia, siguen mirando la puerta de nuestra nave esperando a que salgamos, sin embargo estamos delante de ellos.
—¡Esto es una locura! — grita mi compañero a los demás — ¡Los humanos son cincuenta veces más grandes que nosotros! ¡Huyamos!
Antes de que nuestro General pudiera impedírnoslo, nosotros ya estamos corriendo hacia nuestra nave despavoridos. Pensábamos que los humanos medirían dos centímetros más o menos como nosotros, pero son unos gigantes pacifistas románticos. Tal vez los humanos nos hayan ganado esta batalla, pero no ganaran la guerra.
Si te ha gustado…
Un poco de risa y humor nunca vienen mal. Este relato está inspirado en una idea que tuve de pequeña. De niña tuve una época en la que quería ser “escritora” de cómics y la idea que tuve fue ésta: unos alienígenas intentan invadirnos, pero se llevan un chasco al darse cuenta de que los humanos son quinientas veces más grandes que ellos, en cambio deciden invadirnos de todas formas.
Pretendía ser una serie de cómics de risa y entretenidos, pero al final nunca lo llevé a cabo. Por eso, he decidido hacer este relato en “honor” a esa idea que tuve y si hay alguien interesado en hacer unos cómics del tema por mí estupendo, me hará ilusión.
Con esta historia intento mandar un mensaje: “antes de tirarte a la piscina, asegúrate de que hay agua”.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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