Fui de los últimos en comprarme una casa inteligente, el principal motivo fue porque en mi trabajo, estoy acostumbrado a ver las consecuencias de vivir en una casa donde todo está conectado.
Cuando la domótica se puso de moda, las casas normales y corrientes fueron desapareciendo. Tener una casa donde presumir de encender las luces con una palmada, que se active la música cuando estás en la ducha o subir las persianas con solo darle a un botón, era el colmo de la modernidad.
Poco a poco, mis vecinos se fueron mudando hasta que solo quedé yo en el edificio. Me tocó vender, para remodelar la casa de manera inteligente, tal y como quería el dueño. La casa en la que vivo ahora ha perdido la personalidad que tenía la antigua. Sin embargo, he de admitir que entiendo por qué la gente adora la domótica. Resulta muy cómodo poder cambiar de canal sin tener que levantarte a coger el mando distancia.
Aunque también tiene sus desventajas, el que la nevera me avise cada dos por tres que no tiene leche, no es muy cómodo y más cuando a lo mejor tengo leche en la despensa que no quiero meter aún en el frigorífico.
Por otra parte, no cabe duda que el mayor problema de la domótica lo estoy viendo en el trabajo:
—¿Qué ha pasado? — pregunto al llegar a la comisaría.
—Una mujer ha venido a pedir una orden de alejamiento contra su exnovio — me contesta el agente Díaz.
—¿Por qué motivo?
—Al parecer su exnovio hackeó su casa y la acosaba constantemente, llegando incluso a hacerla una foto en la ducha a través de la radio de música de su servicio y colgando dicha foto en internet.
—¿Otro domocrimen? — pregunto poniendo los ojos en blanco.
—Eso parece, señor
—Muy bien, encárgate tú, agente Díaz.
—Sí, señor.
Entro en mi despacho y no tengo tiempo de quitarme el abrigo, unos hombres uniformados me estaban esperando.
—Caballeros — digo para llamar su atención.
Los dos hombres perfectamente vestidos con uniforme militar me saludan nada más verme.
—¿Agente Roberto Salas? — me pregunta uno de ellos.
—El mismo — confirmo mi identidad.
—Tiene que acompañarnos, señor
—¿Mi país me necesita? — intento bromear.
—Algo así.
La sorpresa me nubla el rostro, ¿qué pueden querer de mí unos militares como ellos? Decido obedecerles sin hacer más preguntas y ellos me llevan hasta el cuartel General, donde me explican la situación.
—Soy el General García — se presenta el superior — le hemos escogido porque es el que más sabe sobre la problemática de la domótica en nuestro país. Necesitamos que nos ayude con un problema que tenemos entre manos.
—¿De qué se trata? — pregunto incrédulo.
—Como ya sabrá, los ataques informáticos entre países se incrementan cada año, esto es básicamente una forma de probarse los unos a los otros, para saber qué debilidades y fortalezas pueden tener nuestros enemigos.
—Eso es cierto.
—Bueno, pues tenemos la teoría de que ahora mismo uno de esos países intenta atentar contra el nuestro y lo hará a través de la domótica.
—¿La domótica, señor? ¿Cómo?
—Toda la domótica está unida a internet, si hay un fallo informático, algo como un virus, afectará no solo a nuestros ordenadores, sino también a todas nuestras casas, dejándonos incomunicados. ¿Se acuerda de aquel fallo de electricidad a nivel general en Madrid?
—¿El de hace un par de meses? Sí, claro, hubo incluso un pequeño baby bom aquella noche.
—Pues digamos que ese ataque no fue algo inusual, fue planeado.
Los teléfonos empiezan a sonar y la gente nerviosa se mueve de un lado a otro, como si algo les asustara. La sala de mando está llena de ordenadores y en ellos puede verse un mapa geográfico de nuestro país lleno de puntos rojos que se multiplican a cada minuto que pasa.
—¿Qué está pasando? — pregunto al General alertado.
Uno de los soldados de los ordenadores se acerca al General aún con los cascos puestos:
—General, está pasando — le informa
—¿Daños? — pregunta el General.
—Por ahora la mitad el país y aumentando.
—¡Señor! — grita otro soldado desde su escritorio — ¡Me informan que el ejército enemigo está a nuestras puertas! ¡Acaban de entrar al país!
—¿Quién? — pregunto incrédulo — ¿quién nos invade?
—La Unión Asiática — me informa el General.
Las luces se apagan justo en ese momento y los ordenadores se nublan. El virus informático nos ha alcanzado. Las puertas de las casas se cierran automáticamente e impiden a la mayoría de los ciudadanos huir. Los coches no arrancan, las tiendas están cerradas y todos aquellos objetos cuyo funcionamiento está unido a internet se para.
La Unión Asiática apenas obtiene resistencia, la invasión se hace total.
Si te ha gustado…
He escrito este relato pensando en el suceso que ha pasado hace unas semanas, en el que internet cayó por un ataque informático. Se me ha ocurrido pensar en qué pasaría si todo lo que nos rodea estuviera conectado a internet: las casas inteligentes, los coches…
Con un simple ataque informático todo podría terminarse y sería una buena forma para acabar con un país y someterlo de la manera menos indolora posible.
Esta historia es un relato de ciencia ficción, ¿verdad?
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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