Se acerca la Navidad y mi mujer yo ya tenemos todos los regalos preparados para poner bajo el árbol. Nuestra preciosa hija Veta estará muy emocionada cuando los abra.
Llevamos todo el año preocupados por ella, últimamente está distinta, desde que se inventó a su amigo invisible Rec. Al principio pensábamos que solo sería una fase de unas semanas, pero lleva demasiado tiempo con lo mismo.
Preguntamos a multitud de psicólogos sobre “el amigo invisible” y todos nos dijeron lo mismo, que no nos preocupáramos que se le pasaría y que era normal. Sin embargo ellos no entienden que es nuestra única hija y que la queremos con locura.
También leí libros al respecto, pero lo único que saqué en claro es que los niños que se inventan amigos imaginarios suelen ser hijos únicos que se sienten un poco solos.
Intentamos por todos los medios que Veta hiciera amigas y que se apartara de Rec. Sin embargo, Veta acababa apartando a las niñas de su lado y escogía a su amigo imaginario antes que nada.
—Veta, ¿Por qué ya no quieres salir a jugar con Caslie? — intenté sacarla información.
—Caslie no me entiende, no ve a Rec y yo sí.
—Y ¿Por qué no dejas que Rec juegue solo y tú te vas un rato a jugar a solas con Caslie? ¡Rec y tú no podéis estar juntos siempre! Él también necesitará estar solo de vez en cuando.
—No lo entiendes papá, Rec está muchas veces solo, pero es porque se tiene que ir a su casa y luego vuelve.
—¿Y por qué no aprovechas a ir con Caslie cuando Rec está en su casa?
—Porque no tarda mucho en volver.
A veces resulta tremendamente desquiciante hablar con Veta, ya que ella se aferra a Rec hasta su último aliento. Esperamos, sin embargo, que los regalos de esta Navidad le aparten un poco Rec y le obliguen a jugar con otros niños.
En noche buena nos reunimos toda la familia para cenar, como todos los años. Veta como siempre obliga a la abuela a poner un plato de más para Rec, plato que al final hay que comer a escondidas para no desperdiciar la comida.
Mientras los primos de Veta juegan al balón, ella habla con su amigo invisible durante horas, lo que hace que me preocupe aún más. Decido apartarme momentáneamente de la charla de mis cuñados y me acerco a ella:
—¿Por qué no vas con tus primos a jugar? ¡Hace mucho que no les ves!
—Porque Rec está contándome algo importante.
—¿En serio? Y ¿De qué se trata?
—De mi viaje.
—¿Tu viaje? — pregunto sonriendo — ¿Qué viaje?
—Rec quiere que vaya a su casa.
—Y ¿dónde está su casa? Yo creía que vivía con nosotros.
—En el cielo.
Veta niega con la cabeza y parece que se asoman unas lágrimas en sus ojos.
—Rec se tiene que ir y yo no quiero que se vaya — contesta llorando.
La abrazo fuertemente para que se desahogue, pero en el fondo me alegro enormemente de que su insoportable amigo invisible se vaya muy muy lejos.
—Eh, tranquila, ¡Qué es Nochebuena y mañana es Navidad! No es un día para estar triste, piensa en los regalos que verás bajo el árbol mañana.
Tras muchos esfuerzos consigo calmarla y yo pienso en que el mejor regalo de Navidad me lo ha hecho ella. Que por fin se vaya su dichoso amigo invisible es una bendición, es casi mágico.
Volvemos a casa y después de acostar a Veta ponemos los regalos. Al día siguiente todo sería distinto.
Veta nos despierta emocionadísima al ver los regalos bajo el árbol y nosotros perezosos nos levantamos de la cama ya que sabemos que si no nos levantamos, Veta abrirá los regalos sin estar nosotros presentes.
El primer regalo que abre es comba, para que pueda jugar con su amiga Caslie a saltar. El segundo es una muñeca de la misma colección de muñecas que tiene su única amiga y así sigue abriendo regalos y más regalos que esperamos que la animen a jugar con otros niños.
—Bueno, eso es todo, ¿Te han gustado los regalos, Veta? — pregunta mi mujer.
—¡No esperar hay un regalo más! —contesta emocionada.
¿Un regalo más? Pensamos mi mujer y yo, ya que no recordamos que hubieran más regalos. Veta saca de detrás del árbol una caja con un envoltorio que desconocemos. Ese regalo no es nuestro.
Antes de que pudiéramos decir nada, Veta abre el regalo entusiasmada y dentro hay un objeto que la hace más feliz que cualquier otro regalo que le hemos regalado.
—¡Es un transbordador! ¡Muchísimas gracias Rec! — grita abrazando al aire como si Rec estuviera allí.
—¿Un qué? — pregunto desconcertado.
—Un transbordador, papá — contesta sonriendo y poniendo los ojos en blanco como si fuera lo más obvio del mundo — ¿Es que no te acuerdas? ¡Si te lo dije ayer! ¡Me voy de viaje, me voy a casa de Rec!
—¿Cómo que te vas a casa de Rec? — pregunta mi mujer — ¿Dónde se supone que vive Rec?
—En el cielo, en una casa en el cielo, Rec dice que estaba buscando a una humana como yo para compartir su viaje y con el transbordador podré teletransportarme a su nave, que nos llevará a su planeta.
Un escalofrío recorre mi espalda, ¿Y si Veta tenía razón desde el principio? ¿Y si Rec existe? Antes de que podamos impedírselo, Veta aprieta el botón del transbordador y poco a poco nuestra preciosa hija se desvanece, intentamos agarrarla, pero ya es solo humo. Un humo que se evapora hasta que al final no queda nada.
Intentamos apretar el botón del transbordador de nuevo, pero ya no funciona, Rec solo necesitaba a una persona, a una humana.
Si te ha gustado…
Para escribir este relato me he inspirado en una serie llamada “Invisibles”, en mi opinión no es que fuera una serie extraordinaria, pero empezó bastante bien. Iba de unos niños con amigos invisibles, al final resultó, al igual que este relato, que los amigos invisibles de los niños eran alienígenas que querían conquistar la Tierra.
Por si os lo estáis preguntando, sí, de pequeña tuve un amigo invisible, ¡Pero tranquilos! Que su intención no era acabar con la raza humana. Además mi etapa de tener un amigo invisible no duró mucho, fue algo más bien pasajero.
Con esta historia, quería hacernos pensar en una cosa: ¿Y los niños vieran cosas que los adultos no pueden ver?
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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