El mundo se me queda pequeño, desde que era un crío, siempre he querido explorar y ver cosas nuevas. A mis padres, en cambio, nunca les ha entusiasmado demasiado mi espíritu aventurero. Dicen que eso me puede llevar a preguntarme que hay tras el bosque prohibido y que por algo lo llaman así. He de admitir que tienen razón, no paro de preguntarme porque todo el mundo tiene prohibido atravesar el bosque prohibido, ¿Qué hay más allá? ¿Monstruos? ¿Seres de otra galaxia?
Cada vez que hablo del bosque prohibido me regañan, dicen que va contra las normas hablar de ello. La única persona que me comprende es mi amiga Rebeca, la hija del gobernador. Ella me escucha y con ella puedo ser yo mismo. No obstante, al igual que todos los demás, también se niega a hablar del bosque prohibido.
Estoy harto, harto de preguntar y no recibir respuesta. Si nadie me va a explicar por qué el bosque está prohibido, tendré que ir yo mismo a averiguarlo.
Esa noche cojo mi mochila, llena de provisiones que he ido llenando durante el día, y salgo de casa. Mis padres duermen, por lo que hago el menor ruido posible. Estoy en la linde del bosque y el miedo se apodera de mí. Tal vez estoy haciendo mal, si los mayores dicen que está prohibido será por algo. Desecho esa idea de inmediato y me sumerjo en la oscuridad de sus troncos y hojas, ya no hay marcha atrás.
El ruido de las ramas crujiendo tras mis pasos me atormenta y oigo ruidos extraños donde no los hay. Miro a todos lados nervioso y cualquier pájaro o ardilla que veo, me imagino que es un enemigo que ha venido a hacerme daño. Me paro en seco y escucho, se oyen ramitas crujiendo tras de mí, alguien me sigue:
—¿Quién anda ahí? — pregunto agarrando con fuerza un palo como si de un bate de béisbol se tratara.
El silencio me responde y el miedo se apodera de mí. Me planteo volver corriendo a casa, pero sé que si lo hago, nunca volveré a intentar atravesar el bosque.
Alguien sale de entre las sombras, es Rebeca. Está en camisón y parece asustada.
—¡Rebeca! ¿Qué haces aquí? — pregunto bajando el palo que sujetaba para defenderme.
—No, ¿Qué haces tú aquí? — me pregunta medio enfadada medio asustada.
—Esto es algo que tengo que hacer, Rebeca, pero tú no tienes por qué seguirme.
—Iré contigo — contesta sujetándome de la mano.
Accedo a que Rebeca continúe el viaje conmigo y juntos atravesamos el bosque. Este sitio es más grande de lo que parece y para cuando salimos de la espesura, ya ha amanecido.
Contemplo confundido el final de la arboleda y miro a Rebeca para ver si a ella también le confunde como a mí, pero no es así:
—¿Lo sabías? ¿Tú ya sabías lo que había tras el bosque? — pregunto sorprendido.
—Mi padre es el gobernador, claro que lo sé — contesta un poco avergonzada.
Me acerco y todo el cristal del final del bosque, del mundo, de todo.
—¿Qué es esto? — pregunto sin comprender.
Miro a través del cristal y me sorprende ver una colección completa y enorme de bolas de nieve gigantes y dentro de cada bola de nieve hay un mundo, un mundo completamente distinto al nuestro.
—Nos atacaron, atacaron la Tierra — empieza a explicarme Rebeca — todo fue destruido, salvo nosotros, El coleccionista de mundos nos metió en esta bola de nieve a modo de trofeo y todas esas otras bolas de nieve que ves, son otros mundos que el coleccionista ha conquistado.
—Pero, ¿Cómo es posible? — pregunto aturdido.
—Nos encogió y nos metió en una bola de cristal, él deja que vivamos en paz dentro de nuestra bola y de vez en cuando nos observa.
El mundo que antes me parecía enorme, ha encogido de repente y todos mis sueños de explorar se rompen como si de castillos en el aire se tratasen. Sin embargo, un fénix renace de sus cenizas, una idea, un sueño de recuperar lo que es nuestro.
Si te ha gustado…
Para este relato me he inspirado en un libro “Alas de Fuego” de Laura Gallego García (libro que os recomiendo leer) y en la peli de Piratas del Caribe: en mareas misteriosas, dónde un Barba Negra esconde la famosa Perla Negra en una botella en su armario.
Con esas dos ideas, quería transmitir una idea tan simple como la peli de Matrix, a veces las cosas que nos rodean no son lo que parecen ser y tal vez, nuestra existencia tampoco lo es. Si me dieran la opción de escoger entre saber la verdad o vivir felizmente en la ignorancia, escogería la verdad, ¿Y tú?
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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