Las alarmas se disparan. Miro a mis compañeros con sorpresa. Ese sonido solo puede significar una cosa, entramos en guerra.
Mi jefe de división entra en escena y no pierde un solo segundo en informarnos:
—¡Atención reclutas! ¡En formación! — nos ordena — el Interferón ha dado la voz de alarma, una nueva raza conocida como los Mers viene a atacarnos, se sabe poco de esta nueva variante de los Sars, así que estad preparados. Estudiad sus movimientos y grabarlos en la memoria, pues nuestro final es el principio de los demás.
—¡¡Pues nuestro final es el principio de los demás!! — repetimos todos al unísono.
Nuestro jefe se marcha, dejando tras él un gran revuelo. Múltiples dudas nos abordan y el miedo se extiende por la habitación, pero no dejamos que se apodere de nosotros. Nos equipamos, cogemos nuestras armas y nos preparamos.
—¿Cómo crees que serán los Mers? ¿Serán tan letales como los Sars? — me pregunta nervioso mi amigo Pilglo.
—Esperemos que no — respondo preocupado — la última vez casi no lo contamos.
—Perdimos a muchos aquella vez…
—Lo sé — contesto con amargura.
Tratando de evitar a toda costa una conversación emotiva, me centro en mi arma. Limpia y cargada para matar Mers, salgo de la sala con los demás.
Nos movemos en formación, con paso firme y llegamos a los túneles de viento, donde el Interferón mandó un aviso antes de ser silenciado por los Mers. El aire se mueve con rapidez, pero no frena nuestro paso.
Tardamos unos minutos en identificar el foco de invasores, donde los Mers, unos sucios seres del exterior, se han adherido a nuestra gente y éstos, como zombies contagiados por los Mers, se acercan a nosotros para atacarnos.
Nuestras primeras filas empiezan a disparar, el enemigo es fuerte, pero noto por sus movimientos que esta nueva variante, no tiene la fiereza de los Sars. Los Sars se reproducían con mucha más velocidad que los Mers, eran capaces de contagiar a nuestro pueblo y propagarse entre ellos en apenas segundos. Sin embargo, los Mers aunque su tasa de reproducción es mucho más baja, son más letales.
—¡Segunda división, atacad! — nos ordena nuestro jefe.
Entro en escena y tengo que recordarme que a quienes mato no son mi gente, sino a zombies contagiados por los Mers. La rapidez de los Mers y su proximidad, hace que las armas de fuego ya no sean válidas y el enfrentamiento cuerpo a cuerpo se vuelve necesario.
Intento sacar mi cuchillo del cinto, pero no me da tiempo, antes de conseguirlo, un Mer me agarra de la muñeca y me la retuerce. Golpeo su sangradura con mi antebrazo libre y hago que éste se doble y libere mi muñeca. Momento que aprovecho para sacar, por fin, mi cuchillo del cinto.
Con un rápido movimiento de mi brazo trato de rajar a mi oponente de abajo arriba, pero él consigue alejarse de mí, dando un paso hacia atrás. Vuelvo a intentarlo nuevamente lanzando cuchilladas al aire mientras avanzo hacia delante, pero él las evita alejándose de mí.
En un momento determinado, mi enemigo detiene con ambas manos mi ataque y alejando el cuchillo de su cara, coloca una de sus múltiples piernas tras la mía, provocándome una zancadilla que hace que me caiga al suelo de espaldas.
Indefenso, contemplo con horror como mi oponente sigue sin soltarme el brazo con el cuchillo y antes de que efectúe su inminente ataque le miro a los ojos. El Mer me sonríe, sabe que ha ganado y no duda en mostrarme sus dientes satisfecho antes de retorcerme la mano y romperme la muñeca.
El cuchillo cae de mi mano y se clava a escasos centímetros de mis ojos. El Mer está preparado para darme su toque de gracia, pero no pienso morir sin luchar. Con la única mano que me queda, cojo el cuchillo y en un último intento de liberarme corto el aire que nos separa.
Sorprendentemente, el Mer que tanto se había acercado a mí, se aparta herido, tapándose la cara rajada por mi cuchillo. Aprovecho ese instante para levantarme y tratando de contener el dolor por mi muñeca rota, ataco a mi enemigo con mi mano libre.
Le clavo el cuchillo en el vientre y contemplo su mirada de sorpresa y miedo antes de morir. Esta vez, he vencido.
Echo una rápida mirada a mí alrededor, mis compañeros luchan a mi lado y los Mers se tratan de escapar de nuestro ataque, pero no es momento de ser piadosos. Hay que acabar con todos ellos, con todos, menos con uno.
El afortunado Mer que quede con vida será el que utilizaremos para defendernos de futuros ataques. Gracias a él seremos más fuertes, gracias a él venceremos.
Un grito de júbilo se extiende por todo el cuerpo, el antígeno ha sido derrotado, nuestra gente, las células, han sido salvadas y nosotros, los anticuerpos, volveremos de nuevo a casa, para luchar otro día.
Si te ha gustado…
Para escribir este relato me he inspirado en dos cosas, una película de mi infancia llamada “Osmosis Jones” y el famoso Covid-19. Con esta historia pretendía hacer creer al lector que este universo que describo es una simple batalla interestelar, para luego darle un giro a la narración descubriendo que se trata de nuestro propio cuerpo humano el que lucha contra un antígeno maligno.
Esta pandemia se ha llevado a muchos de nuestros seres queridos y con este relato quería dar luz a la lucha interna que tuvieron que vivir.
Dicho esto, espero que os haya gustado mi relato y que me dejéis vuestros comentarios, dudas y opiniones al respecto.
Y un saludo de Silvia!!
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